Piel (8)
Ananda

¿Qué es la muerte? El camino a su aprendizaje

Nací en una familia católica de las comunes en Venezuela, crecí y me críe como parte de estas enseñanzas, estudié en un colegio católico durante toda mi infancia y parte de mi adolescencia, y siempre escuché de mis familiares, amigos y de mis maestros, padres y madres que impartían religión, que se referían a la muerte como algo natural de la vida y que en algún momento a todos de una u otra forma nos llegaría.

Al aproximarme a mis 15 años comencé a tener estados de ansiedad que despertaron en mí un profundo miedo hacia dicha idea, pasaba constantemente pensando al respecto de mi muerte o la de mis familiares y únicamente sentía un profundo terror. Del mismo modo en mis constantes intentos de superar o trascender dicho miedo me apegué a las enseñanzas que mis maestros, amigos y familiares me mencionaban sobre ella, intenté comprenderlo sin éxito durante mucho tiempo.

Años después tras terapia mejoré, pero el miedo quedó allí escondido para salir nuevamente a mis 25 años (actualmente tengo 26) pero, resulta que esta vez algo fue diferente. La madurez que he adquirido a mis 26 me ha permitido comprender ciertas cosas que a mis 15 no podía comprender o mirar desde otra perspectiva, y como suelen decir “Cada quién en su momento” pues así Dios quiso que fuese para mí.

 

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El tiempo y las experiencias vividas hasta ahora me han llevado a conocer personas que han transmitido mensajes que resuenan dentro de mí y me han ayudado a despertar y conocer aspectos sobre mí y mi realidad que antes no veía, aunque allí estaban, y uno de ellos ha sido sobre la muerte.

Cuando mis episodios de miedo regresaron esta vez lo hicieron de una forma más fuerte (desde mi perspectiva) pero realmente se hacían más fuertes a medida que yo no los miraba de frente, cara a cara, y me plantaba frente a ellos dispuesta a observarlos y sentirlos. Tuve noches y momentos muy difíciles en los cuales el miedo me paralizaba, tenía una sensación de desconexión con Dios muy profunda, pero en lo más hondo de mi interior sabía que allí seguía, sólo que había olvidado cómo retomarla. Así fue como nuevamente la vida me llevó a conocer a personas extraordinarias que me han guiado hasta ahora y me han ayudado a recordar cómo darme cuenta de que mi conexión con Dios no se ha ido.

Posteriormente comencé un trabajo interior (nuevamente) trabajo que aún realizo y que gracias a estos episodios descubrí que realmente nunca acaba, este ha consistido en comprender la muerte, en no sentir miedo por ella y debo confesar que no, sin dificultades he avanzado a través de él. 

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Pues bien, la vida tiene sus formas de enseñarnos y hace una semana mi mamá, mi mamita, una de las personas a las cuales era más apegada, murió. Oh, mejor dicho, tal como lo comprendo ahora, se transformó para regresar a nuestra esencia, la más bonita y la más pura.

La verdad es que uno nunca se imagina que a su mamá le pueda suceder algo, ver a un familiar amado sufrir es un proceso duro y difícil pero profundamente transformador y hasta ahora he comprendido que ciertamente por más apegado que seamos a un ser querido depende de ellos su sufrimiento o no y no tanto de nosotros. También comprendí que nada pasa que no sea por un fin superior y mejor que Dios nos tiene preparados pero lo más importante es que lo que podemos hacer nosotros por nuestros familiares es mantenernos serenos y desearles la mejor de las felicidades.

Pienso que la muerte es una de las mayores enseñanzas que existen al desapego y a desarraigarnos de la mala idea que tenemos frente a ella, la muerte no significa algo malo ¿Quién fue quien empezó esta creencia? Yo propongo dejar de llamar a este proceso “muerte” y empezar a llamarle “transformación”, “trascendencia” el llamado que Dios nos hace cuando se da cuenta que estamos sufriendo mucho físicamente y entonces como forma de protegernos decide tomarnos y regresarnos a la paz, decide echarnos un empujón fuerte para recordarnos que el sufrimiento es ilusorio y como siempre estamos en sus manos nos toma y nos llama con él.

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Ahora, aunque la ausencia de mi mami por momentos no deja de doler, sé que puedo estar tranquila, sé que ella está bien, pero especialmente sé que ella no murió realmente, ella se transformó y aunque no la vea con ojos terrenales la veo con los ojos de mi corazón y la siento cada día de mi vida. Entonces, se apoderó de mí una sensación profunda de paz, armonía y felicidad. Y así invito a quienes puedan leerme y a quienes esto les sirva de ejemplo a enfrentar sus propios miedos, no importa lo paralizantes que parezcan, pero especialmente a nunca dejar de mirarse internamente, y no se trata de no sentir miedo (el miedo nos muestra que estamos vivos) pero a observar ese miedo, abrazarlo con amor. Ahora yo sé que incluso en el miedo también puedo sentir a Dios y mi mamá protegiéndome.

Mi camino no ha terminado, continúo transitándolo y aprendiendo cosas nuevas de ello.

Muchas gracias por leerme.

Fundadora del proyecto En Amor Simple, Lic. En Ciencias Políticas y Administrativas, practicante de yoga, creadora de contenido en GACF Asesorías y Proyectos. Convencida de que nuestro propósito en esta vida es vivir para servir y para ayudar y guiar a otros en su camino al despertar.

6 Comentarios

  • Yngrid

    Gracias
    Mis padres tambien trascendieron..me quedo con tus palabras y sustituyo la palabra muerte…..
    En vida ya la habia sustituido por transformacion…pq atravesamos muchos procesos q mueren y se transforman…sin embargo tu articulo deja en mi ♥️….Desapego……trascendencia…….una amiga lo menciona como regresar a la casa del padre

    • Gabriela Canónico

      Gracias a ti por leerme. Y sí, Yo consideré oportuno para mí buscar una palabra que en vez de sufrimiento estuviera cargada de paz y tranquilidad porque eso desea para mi mamá y eso es lo que Dios nos ofrece. Y que bien que hayas hecho lo mismo. Un abrazo

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